El 12 de diciembre de 1874, un barco alemán se hundió en la playa de Zarautz, cerca del canal. Era un día lluvioso y con gran oleaje, así que el capitán decidió desembarcar en la playa. Fue una maniobra difícil dada las olas y las mareas vivas, pero lo consiguieron. Los marineros, junto al capitán, decidieron hospedarse en una casa de Zarauz, dejando un perro enorme y rabioso, Gustav, cuidando del barco. Si alguna persona se acercaba por la curiosidad o con otras intenciones, Gustav ladraba como un maldito y los espantaba enseguida.
Mientras aquella noche de invierno los tripulantes estaban pasando un buen rato, comiendo y bebiendo, el navío se estaba hundiendo en las aguas gélidas. Un rayo veloz e inesperado quemó el mástil. Al mismo tiempo, una enorme ola chocó contra la popa haciendo un agujero, que cada minuto que pasaba se hacía más y más grande. Eso provocó que el agua entrara por todo el casco y así la nave empezó a hundirse. Gustav no podía hacer nada más que ladrar, pero nadie le oyó. Al día siguiente los marineros vieron como el navío se había hundido y decidieron volver a Alemania. Desde entonces, en las noches oscuras de invierno, cerca de los restos del barco, oirás los ladridos desesperados de Gustav.
1 Comentario
|
Archives
Febrero 2017
Categories |